Lidiette Esquivel | Cardióloga
Los avances en la equidad de género han sido muy lentos. Por siglos, grandes mujeres del mundo han dado toda clase de luchas fundamentales para nuestro reconocimiento como pares en la sociedad, como la del derecho al sufragio, a la educación y a los derechos humanos. Incluso, en la modernidad, filósofas feministas revisan los escritos del filósofo griego Platón y su discípulo Aristóteles sobre la visión que ambos tenían acerca de la mujer. Aristóteles no estaba de acuerdo con Platón en el tema de si las mujeres deben ser educadas, convencido que el hombre es superior y la mujer inferior, uno gobierna y la otra es gobernada. Platón, su maestro, afirmaba que ambos tienen la misma naturaleza del alma y pueden cumplir los mismos roles sociales. Durante el desarrollo de mi identidad profesional me encontré, inadvertidamente, comprobando la tesis del maestro, rodeada muchas veces de quienes, aún miles de años después compartían la visión del discípulo.
A pesar de la igualdad social, no se puede negar que física y emocionalmente los hombres y mujeres tenemos diferencias, muchas de ellas relacionadas con el estilo de comunicación y las relaciones interpersonales. Diferencias que si, como dice Platón, se ponen en acción para los roles sociales, son complementarias; pero, en el mundo de la medicina, históricamente dominado por los hombres, mis potenciales virtudes se convierten en debilidades.Todo hacía implícito el hecho de que la mujer debía trabajar más fuerte para probarse…, ¡y sin derecho a experimentar emociones! De modo interesante, me tocó abrirme camino en este mundo en varias ocasiones; fui la primera residente de postgrado en cardiología y primera cardióloga graduada en la Universidad de Costa Rica en 1987, la única mujer en mi subespecialización en la Universidad de Virginia (University of Virginia Health Sciences Center) y al volver a casa, primera mujer especialista en cardiología inscrita en el Colegio de Médicos y Cirujanos el 16 de mayo de 1989. Me basé en la única realidad que había vivido, por el resto de mi carrera me exigía estándares más altos, cumpliendo con la comunidad médica local, regional e internacional , mientras luchaba con dudas, incertidumbres y cansancio.
Años después, y por haberlo sufrido personalmente, vine a aprender que es el común denominador que lleva al “burnout” mucho más frecuente en la mujer médica contemporánea que en su contraparte masculina. En general, el acercamiento hacia nuestros pacientes es más maternal y abnegado en nosotras, mujeres, lo cual nos consume más energía emocional y, probablemente, más tiempo. No podemos olvidar la dificultad inseparable de nuestra naturaleza femenina que es optar por ser madres; durante toda nuestra carrera había que sacar la casta de médico y de madre, sobre todo al inicio en el cual, estemos donde estemos, siempre sentimos que nos esperan en otro lado ‒el trabajo, hogar, kínder, escuela.
Casi toda mi carrera trabajé bajo el mando de hombres, y cuando llegó mi turno de aceptar la jefatura del servicio de Cardiología del Hospital México, la mitad de los hombres que lideraba tuvieron reservas al respecto y no cooperaron durante mi gestión.
Afortunadamente, “la mayoría” no significa “todos”, he encontrado a lo largo de mi vida algunos hombres que me han inspirado, apoyado y he trabajado al lado de muchos hombres y mujeres que por igual apoyan la representación equitativa de las mujeres en la comunidad médica, a pesar de la escasez de mentoras.
Una de las personas inspiradoras en mi vida es Navin C. Nanda, MD. DSc (hon) DSc (Med) (Hon) FACC, FAHA, FASE, FISCUD (D) profesor distinguido de Medicina y Enfermedad Cardiovascular de la Universidad de Alabama, Birmingham, Alabama, quien es reconocido internacionalmente como un pionero en el campo de la Ecocardiografía y Técnicas Aliadas de Imagen Cardiovascular. Él me invitó como Faculty a innumerables Congresos Regionales y Mundiales, en los cuales fue sorpresivo encontrarme entre muy pocas mujeres, dos o tres durante muchos años, pero, también fue muy gratificante ver, a lo largo de mi carrera, como las mujeres se incorporaron a estos Congresos Mundiales de la Sociedad Internacional de Ultrasonido Cardiovascular (ISCU) como expositoras y ser testigo del, aunque lento, continuo crecimiento de la participación de mujeres que se han ido convirtiendo en modelos a seguir en el mundo.
Lo mas gratificante es que no solo en el área de la Cardiología, sino en las Ciencias, la Política, la Academia, las Artes, las mujeres hemos demostrado que somos capaces, en función de nosotras mismas, y no solo como madres o parejas. Ese propósito, que tenemos en común, esa pasión por el trabajo, la perseverancia y el estudio constante, así como el deseo de poder ser útiles a nuestra sociedad son motores mayores que nos permiten navegar sin geoposicionamiento satelital por ese torbellino que es la vida de una profesional.
Indudablemente, desde los inicios de mi vida he contado con una red de apoyo: mi padre, Don Juan, el director de la Escuela Morales de San José de la Montaña de Barva, quien me impulsó a seguir mis estudios y mi tío Rigoberto Alfaro (q. d. D. g.) presidente de la Asociación de Padres de Familia de dicha Escuela, ambos grandes hombres, quienes me inspiraron a competir por una beca para poder seguir educándome; y mi esposo, uno de esos hombres que piensa como Platón. La cooperación entre ambos integrantes de la pareja de igual a igual ha sido fundamental en mi caso y nos ha permitido criar a tres hijas que nos han dado el amor y la comprensión más grande que he conocido. Actualmente, ellas me han demostrado sentirse orgullosas de mi trabajo (como madre y profesional) y me alegra verlas seguir sus propios caminos con pasión y perseverancia, en donde crean espacios, abren brechas y se colocan entre esas mujeres que inspiran a otras a seguir luchando por sus sueños. En su duro trabajo veo mi reflejo y el de todas ustedes admiradas colegas.
Agradezco a la Dra. Gabriela Castillo, coordinadora de la Comisión de la Salud Cardiovascular de la Mujer, por invitarme a compartirles esta historia que ha sido la de muchas mujeres y seguirá siendo la de muchas más, pero ahora con la esperanza de que encuentren en nosotras alguien quien les ilustre su camino.